5. Anotaciones

MITOS DE LA PREOCUPACIÓN

La preocupación podría definirse como “una sucesión de pensamientos o imágenes negativas sobre el futuro, que aparecen en nuestra mente de un modo repetitivo, negativo y recurrente”.

     De esta manera, aunque, en ciertas ocasiones, lleguemos a creer que la preocupación nos ayuda a prepararnos, prevenir o protegernos de posibles eventos negativos, la realidad es que, la preocupación sólo es el pensamiento rumiativo sobre un problema, y darle vueltas a un problema no nos acerca a la solución.

     Este tipo de pensamiento en bucle sobre potenciales amenazas, logra acaparar toda nuestra atención sobre el problema, lo que nos impide llevar a cabo conductas dirigidas a su resolución.

     “Si el problema tiene solución, ¿por qué te preocupas? Y si no tiene solución ¿de qué te servirá preocuparte?”

     Hoy desmontaremos algunos de los mitos más comunes que giran en torno a la preocupación y descubriremos que miedos se esconden detrás de cada uno de ellos:

  • “Si me preocupo estaré preparado si algo sucede”: esta preocupación está relacionada con el miedo a sufrir. En ocasiones, subestimamos nuestra tolerancia al sufrimiento, pensando que no podremos superar alguna situación que consideramos catastrófica. Y en un intento por evitar ese sufrimiento, nos lo provocamos intencionadamente (Ej. por miedo a sufrir si un ser querido fallece, me imagino la posibilidad de que ocurra, lo que me provoca sufrimiento). De esta manera, con la idea de “debo prepararme por si ocurre”, generamos justamente aquello que deseamos evitar (el sufrimiento). Lo peor de todo, es que esa desgracia quizás nunca suceda (Ej. puedo sufrir toda la vida por miedo a padecer una enfermedad que jamás tendré). Como no sabemos lo que pasará en el futuro, no debemos adelantarnos a él. No trates de prepararte para lo que no sabes si va a ocurrir o sufrirás toda la vida por cosas que quizás nunca ocurran.
  • “Si me preocupo puedo prevenir eventos negativos”: esta preocupación también está relacionada con el miedo a sufrir. Se trata de un pensamiento mágico, del tipo “la preocupación puede influir en lo que me preocupa”, o lo que es lo mismo, “si me preocupo mucho por algo, puedo evitar que ocurra eso que tanto me preocupa”. Nace de la creencia de que la preocupación te mantiene activo, hace que prestes más atención a los detalles, y que con esto se puede prevenir cualquier desgracia. (Ej. por miedo a caerme en la calle y lesionarme, camino mirando fijamente al suelo, compruebo que ninguna baldosa esté suelta, evito pisar en los charcos, observo con atención donde coloco cada pie asegurando cada paso que doy, etc. Y cuando parece que tengo todo bajo control, choco con una farola) En este caso, la atención selectiva de los estímulos que creía peligrosos, ha hecho que concentre toda mi atención en el suelo y no perciba otros obstáculos que aparecen en mi camino. Es cierto que la preocupación nos activa y nos pone en estado de alerta. Pero, esta activación mantenida en el tiempo, nos provoca ansiedad, disminuye nuestra capacidad de atención, y hace que perdamos un enfoque general de nuestra realidad. Preocuparte excesivamente por prevenir un problema, hace que mantengas toda tu atención en una sola cosa y que te pase desapercibido todo lo demás.
  • “Si me preocupo tengo un mayor control sobre las cosas”: esta creencia esconde el miedo a la incertidumbre y una gran necesidad de control. Tratar de controlar aquello que no depende de nosotros, es imposible. (Ej. para evitar que me suba la tensión, la reviso cada hora). Como vemos en el ejemplo, la revisión de la tensión no se relaciona con que esta aumente o disminuya. Nosotros no tenemos el control sobre todo lo que ocurre, sin embargo, necesitamos sentir que siempre podemos hacer “algo”. En el ejemplo, vemos un comportamiento obsesivo de comprobación, resultado de un intento por controlar un fenómeno fisiológico, que no depende de nosotros. Este comportamiento se mantiene, en el tiempo, de este modo:  al comprobar la tensión y observar que sigue estable, creemos que esto se debe a nuestra “preocupación” de revisarla cada cierto tiempo. Reforzando, así, la creencia de que la “preocupación” ha resultado efectiva. La realidad, sin embargo, es que, estamos tan atentos a este comportamiento que no estamos valorando otros factores que sí podrían haber influido en el resultado, como el estilo de vida o la medicación.
  • “Si no me preocupo por mi hijo/a no soy una buena madre”: el gran miedo de una madre es el de ser juzgada como “mala madre”, tanto por los demás como por ella misma. La creencia de que una “buena madre” es aquella que se “preocupa” por sus hijos, está cada vez más extendida. Confundimos la preocupación con amor, protección y cariño. Sin embargo, la preocupación, no es más que un pensamiento repetitivo, negativo y recurrente. ¿Cómo un pensamiento obsesivo puede convertirte en una mejor madre? El error está en creer que, a través de la preocupación, podemos eliminar cualquier evento negativo. Advertencias tan comunes como no corras, que te vas a caer”, “no te quites la chaqueta que vas a coger un catarro, constituyen un intento por proteger a los niños de cualquier peligro futuro (caer y resfriarse). Sin embargo, el exceso de control y la sobreprotección, impiden que los niños adquieran un correcto aprendizaje, mayor autonomía y desarrollen tolerancia a la frustración. Por un momento volvamos la vista atrás, ¿recuerdas cómo aprendiste a montar en bici? ¿cuántas veces te caíste? ¿crees que podrías haber aprendido si tus padres, por miedo a que te cayeras, te hubieran impedido montar? Esto no es una invitación a que expongas a tu hijo/a a peligros innecesarios, simplemente valora los pros y contras de cada situación y trata de proteger, no de sobreproteger. Recuerda que es necesario caer, para aprender a levantarse.  
  • “No preocuparse es símbolo de desinterés, de egoísmo, de pasotismo”. El miedo a perder la atención de los suyos, lleva a muchas personas a justificar comportamientos compulsivos (Ej. “Me llama 20 veces al día porque se preocupa por mí”). La preocupación no es una muestra de interés ni cariño por otro, sino de control. Un control excesivo disfrazado de “preocupación”, por una única razón, la preocupación está socialmente más aceptada que la obsesión. Si recordamos la definición de preocupación, solo se trata de un pensamiento repetitivo, negativo y recurrente, que refleja la ansiedad, la inseguridad y el miedo, de quien la sufre, nunca su interés o su amor. No confundas la atención con la preocupación, o caerás en la trampa de justificar el exceso de control.
  • “Si me preocupo parezco más responsable”: un miedo muy extendido, es el de ser juzgados de irresponsables, si no nos mantenemos permanentemente preocupados. (Ej. “es muy responsable, está preocupadísimo por los exámenes”) Aquí se confunde la ansiedad con la responsabilidad. La preocupación es la rumiación de un problema, que lo que hace es aumentarlo cada vez más, a través de la ansiedad, al mismo tiempo que te aleja de su solución. Mostrarte nervioso o alterado, no muestra responsabilidad, sino ansiedad. En cambio, resolver los conflictos, afrontar las dificultades y valorar alternativas; si te acerca a la solución, y demuestra responsabilidad. En el ejemplo de antes, si tienes un examen, preocuparte y pensar que no lo lograrás, no va a ayudarte, te pondrás nervioso y perderás el tiempo dando vueltas al problema, en vez de enfocarte en la solución. En cambio, planificar tu horario de estudio, dividir la tarea, hacer esquemas y estudiar, si te ayudará a aprobar.

     Si la preocupación es un pensamiento en bucle y, por tanto, no es una buena estrategia para resolver problemas, ¿qué podemos hacer? Como hemos visto en cada uno de los ejemplos, la clave está en pasar del pensamiento a la acción, de pensar en el problema a buscar la solución. Si quieres resolver un problema, es el momento de dejar de “preocuparte” y empezar a “ocuparte”. Recuerda que pensar repetitivamente en un problema no te ayuda a resolverlo, en cambio, buscar y aplicar posibles soluciones, sí.

Espero que esta publicación te haya servido de ayuda.

Si tienes alguna duda o sugerencia, escríbeme al correo clinicaprincipado@gmail.com

Hasta la semana que viene, ¡Feliz fin de semana!

Patricia Pereles Montes