Las rabietas son muy comunes durante los primeros años de vida de un niño. Aparecen alrededor de los 2 años, cuando aún no han aprendido a gestionar sus emociones y es a través de la rabieta como expresan su malestar, frustración, enfado o temor.
A muchos, nos ha tocado vivir en algún momento ese llanto desolador, gritos y pataletas, que generalmente surgen en los lugares más inoportunos, como en el súper, el quiosco, o al tratar de marchar del parque. Una explosión emocional que va en aumento hasta alcanzar tal intensidad que llega a desesperarnos, provocando nuestra inmediata rendición y haciendo que cedamos, finalmente, a sus pretensiones. Para evitar que ocurra esto, es muy importante que estemos preparados para enfrentar lo que venga. El manejo que hagamos de las rabietas, será decisivo para que en un futuro desaparezcan o vayan a más.
Antes de nada, vamos a ver en qué momentos puede surgir una rabieta:
- Como llamada de atención: a todos los niños les gusta ser el centro de atención, así que, si sienten que alguien les roba protagonismo, bien sea el hermanito, unos amigos o lo que sea, a lo que le prestemos más atención, pueden armar un gran berrinche para hacernos ver que él también está ahí.
- Cuando quieren algo: al entrar en el quisco o al pasar delante del escaparate de una tienda de juguetes, algo ha llamado su atención y lo quiere. Nos lo hace saber y le decimos que no lo compraremos, pero, no lo aceptará tan fácilmente, sino que hará lo que sea necesario para conseguir salirse con la suya, como tirarse al suelo llorando y gritando o patalear. Su intención es agotar nuestra paciencia y que se lo compremos, para evitar que siga con su rabieta. Lo peor de todo es que probablemente lo consiga.
- Cuando quieren hacer algo por sí mismos: los niños, al crecer, suelen reclamar cierta autonomía para hacer las cosas, pues se ven mayores y capaces de hacer todo lo que nosotros, los adultos, hacemos. Sin embargo, en ocasiones, su percepción no es real, y tienden a querer hacer cosas que no les permitimos, por el peligro que conlleva. Pero estos pequeños guerreros, no se rendirán a la primera, y seguirán luchando por lograr salirse con la suya.
- Cuando no quieren algo: hay momentos en que se niegan a comer porque no le gusta lo que hay, o se paran porque no quieren ir a algún sitio. Esta situación suele acabar, en el primer caso llorando y quejándose, frente al plato de comida, y en el segundo caso, con un niño tirado en el suelo llorando y negándose a caminar.
- Si tienen alguna necesidad física: todavía no tienen la madurez suficiente para saber distinguir sus necesidades básicas (sueño, hambre) y lo expresan mediante la queja. Se vuelven más irascibles e irritables.
A la hora de afrontar este tipo de situaciones, muchas veces, hemos oído, que, ante una rabieta, lo mejor es ignorarlo. Y aunque es cierto que podemos conseguir que desaparezcan las rabietas, no lograremos eliminar lo que le hace sentir mal al niño. Por eso lo primero que debemos averiguar es cuál es la razón, que le hace actuar así.
Una vez conocido el origen de la rabieta, existen distintas formas de afrontarlo:
- Lo primero y más importante es mantener la calma. Si nos alteramos ante este comportamiento, lograremos el efecto contrario, que el niño se ponga cada vez peor.
- Durante el tiempo que dure esa conducta, debemos ignorarla. Hablamos de ignorar la rabieta, pero, no al niño. El objetivo de esto, es hacerle ver que esa conducta no hará que logre sus objetivos. Una forma de hacerlo es a través de la técnica tiempo fuera, que consiste en dejarle sólo unos minutos para que se calme. La famosa “silla de pensar”. Aunque no se trata de que piense en lo que hizo, sino que logre calmarse. Una vez que esté más calmado podrá retomar la tarea en la que estaba previamente (jugar, leer, etc). Es importante que, si ya está calmado, no le reprochemos por su rabieta anterior. Mejor reforzamos su cambio de conducta.
- A veces, se calman con un simple abrazo de consuelo. Todavía no saben tolerar la frustración, así que, si están molestos por algo, un abrazo los calmará. No les grites ni amenaces con castigarle, eso sólo logrará que el llanto vaya en aumento, al sentirse incomprendidos y sin apoyo.
- A veces vemos venir una rabieta. Conocemos los gestos que preceden a este comportamiento (se pone serio, aprieta los puños, pone pucheros). En ese momento podemos evitar un estallido, buscando conductas incompatibles con la rabieta. Debes ponerte creativo y según la situación en la que os encontréis, podéis cantar una canción, leer un cuento, contar coches blancos. Incluso si estás en el súper, déjale participar en la compra, que recoja los productos, leed los envases. Estas actividades podrán detener una rabieta inminente.
- Mantente firme en tu decisión, no cedas o estarás perdido. Si cedes una vez, aprenderá que mediante la rabieta puede lograr sus objetivos, y volverá a repetirlo en más ocasiones. Mantente firme, para hacerle saber, que, aunque arme una batalla campal, no logrará su propósito. Cuando vea que toda la energía que emplea en sus rabietas no da resultado, dejará de hacerlo.
- Se coherente con las normas. No digas un día NO, y otro día SI, pues el niño, no tendrá claros los límites, y mediante la rabieta te pondrá a prueba cada día. Es muy importante que tenga claro los límites de lo que puede y no puede hacer.
- Cuando esté en plena rabieta, no trates de darle largas explicaciones de las razones por las que puede o no puede hacer tal o cuál cosa. Mejor opta por una frase corta y concisa, como “no te compro patatas, porque acabas de comer”.
Aprender a manejar este tipo de situaciones, es necesario, no sólo para evitar las rabietas, sino también, para ensañarle a tu hijo cómo gestionar sus emociones.
Espero que esta publicación te haya servido de ayuda.
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Hasta la semana que viene, ¡Feliz fin de semana!
Patricia Pereles Montes