¿Qué sabes de las emociones? ¿Consideras que todas tienen el mismo valor? ¿Hay emociones positivas y negativas? ¿Es la ira un sentimiento destructivo? Cuando un niño llora ¿debemos hacer que se distraiga o quitarle importancia, para que se sienta mejor?
A pesar de que todos hemos oído hablar de las emociones, de conocer sus características principales y de haberlas sentido en multitud de ocasiones, reconocerlas y expresarlas adecuadamente sigue siendo una tarea compleja, sobre todo, para los más pequeños. Fue Daniel Goleman, en su libro publicado en 1995, “Inteligencia Emocional”, el primero en hablar de la importancia de una buena gestión emocional.
En esta ocasión, responderemos a la pregunta ¿qué son y para qué sirven las emociones? Y comentaremos de manera resumida, algunos de los aspectos a tener en cuenta, para ayudar a nuestros hijos, a expresarlas correctamente.
Llamamos emoción a la respuesta generada por el organismo ante los distintos acontecimientos del entorno. Aunque sería más correcto decir, “a la interpretación” que hacemos de esos acontecimientos. Una interpretación influida, a su vez, por nuestra experiencia vital. De manera que no todos los estímulos generan las mismas emociones en las diferentes personas, ni con la misma intensidad. La expresión facial de la emoción, es de origen innato y universal, por lo que la compartimos con otras culturas, periodos históricos e incluso muchos animales. Las emociones cumplen una doble función para nuestra supervivencia: por una parte, una función adaptativa, que nos prepara para responder a las exigencias del ambiente, y por otra, una función social, que favorece la interacción y el apoyo social, a través de la empatía. Por esta razón, no podemos clasificar las emociones en buenas y malas, pues todas ellas nos proporcionan información de las distintas situaciones, lo que nos facilita la adopción de una conducta apropiada a cada una de ellas (lucha, huida, acercamiento y rechazo).
- El miedo: nos alerta de un peligro o amenaza.
- La sorpresa: nos permite afrontar situaciones inesperadas, facilitando la atención y exploración
- La ira: nos ayuda a defendernos de algo que atenta contra nosotros o nuestros seres queridos.
- La alegría: nos aporta energía y motivación, y favorece la aparición de actitudes positivas hacia uno mismo y el entorno.
- El asco o aversión: nos protege de algo potencialmente nocivo.
- La tristeza: aparece ante situaciones de pérdida, favorece la introspección y promueve la compasión y la empatía en los demás.
Para poder comprender las distintas emociones, es necesario conocer sus tres sistemas de respuesta. Las emociones se componen de una respuesta cognitiva (creencias, pensamientos, interpretación de la situación), otra conductual (expresión facial, tono de voz, acciones) y otra fisiológica (aumento del ritmo cardíaco, elevación de la tensión arterial, sudoración, respiración agitada, dilatación pupilar).
Si queremos ayudar a nuestros hijos a expresar adecuadamente sus emociones, el primer paso será enseñarles a reconocer e identificar la emoción, en ellos mismos y en los demás, a través de los distintos sistemas de respuesta: “¿Cómo te sientes?”, “Hoy parece que estás triste por no haber visto a tu amigo en el parque”, “¿Qué crees que está sintiendo el personaje del cuento?” “El niño de la foto parece triste, ¿recuerdas algún momento en que te hubieras sentido así?”.
Otras cuestiones a tener en cuenta:
- Acepta y respeta sus emociones, sin juzgarlas: las expresiones “no te enfades”, “no llores, sólo era un balón” logran infravalorar y reprimir la emoción. En su lugar, debemos comprender y valorar sus sentimientos “entiendo que estés triste por haber perdido tu pelota favorita, pero ¿qué te parece si vamos a comprar una nueva?”
- Respeta sus tiempos: a algunos niños les cuesta expresar lo que sienten. Si notas que no quiere hablar, no le interrogues. En vez de eso, muéstrale tu apoyo, hazle saber que estás ahí y cuando esté más calmado, se sentirá más seguro para contarlo.
- Muéstrate como un ejemplo para él: si queremos que se expresen, nosotros debemos mostrarles cómo hacerlo. De tal modo, que, si llegas malhumorado del trabajo, no grites o te aísles. Mejor, diles cómo te sientes “ésta tarde estoy enfadado, porque el ordenador se estropeó y perdí unos documentos muy importantes”.
- Dale herramientas y alternativas, para gestionar sus emociones: “entiendo que estás enfadado porque querías subirte al coche y hay otro niño montado en él, pero ¿qué te parece si le propones subiros juntos?”
- Ayúdale a encontrar sus propios recursos: “Susana está triste porque ha perdido su peluche, ¿crees que hay algo que podamos hacer para que se sienta mejor?”
Espero que esta publicación te haya servido de ayuda.
Si tienes alguna duda o sugerencia, escríbeme al correo clinicaprincipado@gmail.com
Hasta la semana que viene, ¡Feliz fin de semana!
Patricia Pereles Montes